El hígado es considerado “la fábrica química del organismo” debido a que produce proteínas necesarias para la coagulación sanguínea, almacena algunas vitaminas, ciertos minerales y carbohidratos, al igual que produce la mitad del colesterol que es parte esencial de las membranas celulares e indispensable para la producción de hormonas, además ese colesterol es utilizado en la formación de bilis, fundamental para la digestión de grasas.
Ahí radica la importancia de prevenir enfermedades que puedan afectar la salud del hígado, ya que resulta indispensable para la sobrevivencia por todas las funciones que realiza y la relevancia de ellas.
Como cualquier otro órgano, está expuesto a desarrollar ciertas enfermedades, una de ellas se le conoce como hígado graso, siendo la acumulación excesiva de lípidos (grasa) dentro de las células hepáticas.
Las personas que tiene mayores posibilidades de desarrollar hígado graso son quienes padecen:
Sobrepeso u obesidad: Acumulación anormal o excesiva de grasa perjudicial para el organismo.
Diabetes: Nivel elevado de azúcar en la sangre debido a la insuficiente producción de insulina por parte del páncreas o a la respuesta anormal de las células ante esta hormona lo que hace no aprovechar la glucosa.
Hiperlipidemia: Nivel elevado de grasas en la sangre (colesterol y triglicéridos).
Síndrome metabólico: Alteración de glucosa, colesterol y triglicéridos en sangre, hipertensión y exceso de grasa en abdomen.
Lo anterior indica claramente que para reducir el daño hepático es necesario mantener un peso adecuado, mismo que se puede medir conociendo el Índice de Masa Corporal (IMC)= peso de la persona en kg dividido por el cuadrado de la talla en metros; se considera sobrepeso si se tiene un IMC igual o mayor a 25 y obesidad si el resultado es igual o superior a 30.
La enfermedad de hígado graso es silenciosa, por lo general no presenta síntomas en las primeras etapas, sin embargo conforme aumenta la presencia de grasa en el hígado puede desarrollar el padecimiento llamado cirrosis, el cual comúnmente relacionamos sólo con la ingesta excesiva de alcohol, que si bien es un factor de riesgo para desarrollar inflación crónica dañando el órgano al grado de inhabilitarlo, no es la única forma de padecerlo.
La cirrosis es una enfermedad crónica que se caracteriza por la destrucción del tejido hepático lo que impide que el hígado cumpla normalmente con todas sus funciones vitales, en esta etapa se detectan síntomas como fatiga, inapetencia, pérdida de peso, náuseas y dolor abdominal que delatan los diversos trastornos ocasionados por la falla en su desempeño.
El hígado no puede sanar o retornar a su funcionamiento normal una vez que la cirrosis es considerada grave y puede llevar a serias complicaciones que requieren tratamiento especializado como: trastornos de sangrados, insuficiencia renal, cáncer hepático y deterioro de la conciencia o coma.
El tratamiento para hígado graso se concentra en las causas que lo generan, principalmente se indica bajar de peso de manera gradual y segura de la mano de un profesional de la salud, controlar los niveles de azúcar y grasas en la sangre para reducir los lípidos que se acumulan en el hígado, hacer ejercicio, llevar dieta sana y no consumir bebidas alcohólicas.
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